En el sexto día de recorrido de los guardianes del río Magdalena en su travesía ‘Navegar la palabra por el camino del agua’, llegaron a territorio cesarense en Gamarra y Tamalameque, municipios en donde se evidencia el grado de afectación medioambiental que padecen los territorios._
_En conjunto con las comunidades ribereñas, se elaborará la ‘Declaración de los derechos de nuestra Madre Tierra’, que llevaremos ante la COP16._
*Tamalameque, 13 de octubre de 2024.* Los guardianes del río Magdalena, con su fuerza espiritual y energía sagrada, llegaron al sur del departamento de Cesar, tras seis días de iniciar la travesía por su extenso caudal, de más de 1.550 kilómetros de longitud. Gamarra y Tamalameque, municipios unidos por el ‘vientre’ del principal afluente de agua dulce del país recibieron a estos navegantes de la palabra, quienes, desde el Macizo Colombiano, recorren todo el cauce para escuchar a las comunidades ribereñas y, con ellas, construir la ‘Declaración de los derechos de nuestra Madre Tierra’, que llevaremos ante la cumbre más importante para la defensa del planeta, la COP16.
La minga primeramente tocó el puerto de Gamarra, un municipio de 13.000 habitantes, quienes por mucho tiempo se alimentaron del majestuoso cuerpo de agua, hasta que este enfermó. En suelo de Gamarra, aguas del río, caños y ciénagas del Magdalena avanzaron los ‘guardianes’, en cabeza del mayor Giovani Yule, director general de la Unidad de Restitución de Tierras. Esta entidad se sumó a la iniciativa de las organizaciones sociales, indígenas y afro, que llama a la conciencia por la defensa de los ecosistemas ante la voraz arremetida que los envenena.
Al caer la tarde, los navegantes fueron recibidos por el alcalde municipal de Gamarra, Cristian Márquez Badillo, movimientos sociales, integrantes de consejos comunitarios, tal como ambientalistas y estudiantes, con quienes se realizó un sentido acto de armonización en el espacio de La Lunada.
En la mañana siguiente, la minga recorrió el municipio de sus humedales y ciénagas. Al salir de este primer pueblo, navegaron hasta jurisdicción de Tamalameque, desembarcando en Puerto Bocas, atracadero de embarcaciones que recorren el Magdalena. En este lugar, a la orilla del rio, los recibió la comunidad entusiasta, sumando a la travesía líderes sociales y afrodescendientes, tal como movimientos de pescadores, gestores culturales y autoridades del municipio.
De esta forma, Tamalameque compartió con los guardianes lo mejor se sus muestras folclóricas. Al son de la ancestral tambora se denunció el estado crítico del Magdalena, por efecto de la pesca de arrastre, la sedimentación por diversos agentes contaminantes, la minería extensiva, así como el accionar violento y delictivo de grupos armados al margen de la ley que operan en el territorio.
Además, en el encuentro por este segundo municipio cesarense se efectuó la Asamblea por la recuperación del río Magdalena. El mayor Giovani Yule explicó el propósito que mueve a los navegantes en su travesía, destacando el nivel de conciencia de las organizaciones sociales y comunidades que los han recibido. Afirmó que la tragedia del río “es consecuencia brutal de la cultura de la muerte que se ha impuesto en el país”.
“Hemos llegado al Cesar, bañado por el Magdalena en Gamarra y Tamalameque, donde el río es víctima y por mucho tiempo se convirtió en cementerio fluvial que refleja lo más terrible del conflicto armado interno. Cauce donde padece el espejo de agua, en el que la mano contaminante de los seres humanos deriva en la tragedia ambiental que sufre el río y sus poblaciones. Por eso avanzamos con nuestros guardianes, navegando la palabra por el camino del agua, sumando voluntades para salvar el Magdalena, desde el nacimiento en territorio ancestral de Papallagta del páramo de la Papas, hasta el lugar en el que sus aguas se unen al mar Caribe y donde seguiremos construyendo nuestra ‘Declaratoria de los derechos de la Madre Tierra’”, concluyó el director general de la URT.
Tras pasar por el Cesar, la Minga continua su recorrido río abajo, hasta Bocas de Ceniza, para seguir concertando con las comunidades ribereñas la mejor forma de defender nuestros afluentes y ecosistemas.