La pandemia le arrancó lo que más quería
‘Yaya’ Calderón se encontraba junto a su hijo en UCI sólo los separaba un vidrio, desde donde podía hablarle, pero sólo ella sobrevivió y hoy cuenta su historia.
Por Yanitza Fontalvo Díaz
Para muchos la pandemia ha sido más que detenerse y confinarse más de un año, que limitar las finanzas, que vivir precavido y no tener vida social, pero personas como Esperanza Calderón Oñate una docente oriunda de la Paz Cesar, esta que muchos la ven como una lección para el mundo, ha sido una tragedia, luego de haber adquirido virus del Covid-19 su único hijo perdió la vida, mientras con la misma patología ella se encontraba debatiéndose en una UCI.
Y es que ‘Yaya’ Calderón como es conocida en su entorno, nunca pensó que el destino le tuviera una prueba tan dura, había superado un accidente de su hijo Oscar Alfonso Araujo Calderón que a los 17 años se fracturó las piernas y los brazos y luego de un difícil proceso de su recuperación, volvió a caminar y a vivir como una persona normal.
Cuenta que “esa época no fue fácil, fue en el 2011 cuando mi hijo se accidentó en una moto, le hicieron varias cirugías, pero su cuerpo rechazaba los clavos y platinas, los metales que le pusieron, fue una recuperación lenta en la que estuvo en silla de ruedas, luego caminador, muletas hasta que pudo recuperarse y graduarse de abogado”.
También sufrió el dolor de la temprana partida del padre de su hijo dos años después, Oscar Enrique Araujo Castillo profesor de Educación Física sufrió un infarto a los 53 años al que no sobrevivió pese a los esfuerzos médicos, “fue una perdida muy grande, quedé sola con mi hijo y no fue fácil pero tenía que seguir”, reiteró
El 13 de abril de este año, su hijo Oscar, quien trabajaba en la oficina de Instrumentos Públicos de Valledupar, le contó de manera tranquila y sin preocupaciones como son los jóvenes, que tenía un poco de dolor en el pecho, pero su aqueja se fue complicando y hubo que internarlo porque no podía respirar “hubo que ponerle la máscara, sin embargo en su desespero no aguantó mucho y lo intubaron”.
Mientras tanto a ella también le comenzaron los síntomas, fue llevada al mismo centro asistencial donde se encontraba su hijo la clínica de Alta Complejidad, soportó la máscara y hacía todo lo que decía el médico para reponerse y cuidar a su hijo, con quién sólo la separaba un vidrio, algo paradójico estaba muy cerca de él, desde allí le daba fuerzas, pero sentía que un abismo los separaba. Mientras estuvo lucida solo le pedía a Dios por la vida de su hijo, le preguntaba a los médicos por su salud que se encontraba un poco más deteriorada que la de ella por eso oraba por él, pero llegó un momento en que también tuvieron que recurrir a la ventilación mecánica, madre e hijo estaban intubados.
Luego a los cinco días en lo que considerar un milagro a ella le fue retirada la máquina que le permitía respirar, se alegró porque sólo tenía un propósito, mejorar por su hijo, y se lo decía a los médicos, ‘debo salir de aquí, para atender a Oscar’. Seguramente con esa gran motivación, sus niveles se restablecieron y inició su recuperación.
Pero mientras se encontraba aun en la clínica en el estado de vulnerabilidad después de salir del peligro que significaba respirar a través de un tubo, le dieron la noticia que no quería escuchar, su hijo ya no estaba, Dios se lo había llevado al cielo el 6 de mayo a los 32 años, otro golpe más, este certero, se derrumbó, pero rodeada del amor de su familia y su ángel María Andrea, una médica novia de su hijo que se convirtió en su soporte, por eso nunca se sintió abandonada porque ese mismo Dios que la había sanado, también estaba para levantarla.
Y como siempre hay esperanza como su propio nombre, por dura que sea la vida, hay que seguir, y ella encontró la mejor motivación, su nieta Antonella de 6 años, que su hijo le dejó como previendo que su paso por la tierra sería corto, extendió su huella y dejó esta valiosa y amorosa descendencia.
Hoy no sólo se recupera de sus males del cuerpo, por las secuelas dejadas por el Covid-19, también del alma, y aunque recientemente sufrió otro dolor con la muerte de la persona que siempre la respaldaba en todo, su tío Benjamín Calderón, y aunque se fueron los tres hombres de su vida, sabe que aunque Dios no da nada que no pueda soportar y vive bajo su amparo aferrada a que si su hijo está feliz en la vida eterna, ella también vivirá con la certeza de que un día llegará su encuentro celestial.