La pandemia, su infierno y su cielo

Por: Yanitza Fontalvo Díaz

 

Después de haber quebrado financieramente completamente a raíz de la pandemia, esta situación le permitió resurgir de las cenizas al abrir un restaurante en los Corazones, hoy es la comida más apetecida del corregimiento más cercano a Valledupar.  

El año 2020 era el número de la visión perfecta, por eso pintaba ser el mejor año para Neima Díaz, una mujer luchadora, esposa y madre de dos hijos, que no escatima esfuerzos para sacar a su familia adelante.

A finales de octubre del año anterior no dudó en arrendar una casa grande en un sitio estratégico de Valledupar y lo convirtió en un Hostal que inauguró con la visita de extranjeros que la contactaron al unirse a las agencias turísticas.

Estaba en su mejor momento al inicio del año que todos habían vaticinado como el tiempo del cumplimiento de todos sus propósitos, y así había empezado, sólo esperaba con ansias la llegada de los aires de abril, los cañaguates florecidos traían los acordeones del Festival de la Leyenda Vallenata y con ello muchos visitantes que llegarían a traerle rentabilidad a su negocio.

Recibió las esperadas llamadas y se concretaron contratos y se adelantaron pagos para asegurar las habitaciones, con ese dinero empezó a resolver su vida y a arreglar la casa, tenía siete cuartos cada uno con su baño, dos grandes salas, un comedor principal y otro auxiliar, una cocina inmensa apropiada para atender a los clientes y dos apartaestudios internos en el ante patio, más que perfecta para realizar su sueño.

Pero a finales de marzo, llegó la pandemia del Covid-19, algo no imaginado, apocalíptico, ‘antes del fin de la llegada de Jesucristo vendrán plagas y pestes’, dice en la biblia, pero como en los años de Moisés y Faraón, nadie creyó, el mundo no estaba preparado, la Organización Mundial de la Salud instó a los presidentes a ordenar cuarentenas, suspensión de vuelos, cerrar hoteles, hostales, bares, estancos, discotecas, restaurantes, no permitir la realización de conciertos, festivales, ni eventos que causen aglomeración y a confinarse cada uno en su casa hasta nueva orden.

Todo acabó, era una pesadilla, se cayeron las ilusiones, los turistas empezaron a llamar para que le devolvieran el dinero que ya había invertido, no tenía como, más cuando días antes habían recibido una noticia que le había dolido el alma, su madre tenía un cáncer de médula.

Como su única hija hembra, trasladó a la mujer que le dio a vida a Valledupar, Nelly Díaz Duarte, vivía en los Corazones, un corregimiento de Valledupar, el más cercano a la capital del Cesar que poco a poco se ha ido convirtiendo en uno de los más visitados por las delicias gastronómicas que se encuentran. Allí había luchado sola para criarla junto a su hermano.

Fueron momentos de angustia, estudios médicos, hospitalizaciones, traslados a Barranquilla, quimioterapias, radioterapias, y toda la tragedia que implica el tratamiento para un enfermo de Cáncer, “parecía el final, más con los problemas económicos que habían llegado, no hallaba salida”, decía desesperada.

 

El encierro se prolongó más de lo debido, ya no había de donde agarrarse, llegaron deudas, las facturas de los servicios de la gran casa y el arriendo, todo sumado a medicinas, pañales desechables, transportes y un costoso tratamiento para la enfermedad.

“Llegué a perder la fe, pero Dios siempre en el peor momento mandaba salvavidas, personas que me aportaban, pero no era suficiente, la decisión más dura fue devolverme a los Corazones, el pueblo de donde salí hace muchos años para salir adelante, creí que lo había logrado y hoy volvía con las manos vacías”, dijo.

Entonces se devolvió a la casa materna, tomó sus hijos, una joven de 20 años que cursa estudios universitarios de Administración de Empresas en Valledupar, y un niño de 10 años que hace cuarto de primaria. Acostumbrados a las comodidades de Valledupar, la tecnología y los servicios, se mudaron a regañadientes, sin imaginarse lo que les esperaba.

En su interior Neima Díaz tiene un gen que le imprimió su madre, es emprendedora, trabajadora incansable, ella le enseñó a no darse por vencida y pese a la desilusión, llegaron las ideas. Poco a poco con el propósito de reactivar la economía, el Gobierno Nacional empezó a ceder, abrir negocios, permitir viajes y la gente empezó a hacer turismo.

Entonces tuvo la iniciativa de poner una pequeña venta de fritos, empanadas para tener un diario, luego vendía comida criolla los fines de semana y la comida era tan apetecida que rápidamente se le creció y nació un restaurante ‘Todotipico Los Corazones’, donde ofrece iguana, chivo y conejo en salsa de Coco, arroz de cerdo, sancocho de costilla y de mondongo, costillitas barbicue, carne y pechuga asada, chuzos y hoy se convirtió en un motivo para visitar ese hermoso pueblito que inspira a la paz.

La pandemia le llevó a sus raíces, a un negocio propio y próspero donde trabaja toda su familia y tiene un sustento, sin contar que el entorno rural en que volvió su madre mejoró su salud y hoy se encuentra llena de vida con los cuidados y las bendiciones de su hija. Ella volvió del infierno al cielo.