¿Quién fue Manso, el periodista?
Esta crónica obtuvo el Premio de Periodismo Sirena Vallenata en el año 2000, fue publicada el 17 de noviembre de 1999 en El Diario Vallenato, como una mirada a la vida del periodista Guzmán Quintero Torres, desde el punto de vista de su padre Guzmán Quintero Pérez, su esposa Alcira Vitola Mercado y su compañera y amiga Ana María Ferrer Arroyo.
Por Juan Rincón Vanegas
¿Quién fue Manso, el periodista? Esa pregunta la absolvieron de manera inmediata y con el corazón en la mano tres personas demasiado cercanas al periodista Guzmán Quintero Torres, que con el poder de la narrativa se convirtió en crónica.
La muerte del periodista quien fue asesinado el 16 de septiembre de 1999 causó un repudio general en todos los sectores. Tiempo después de ese momento triste se buscaron los conceptos de su padre Guzmán Quintero, de su esposa Alcira Vitola y de una de sus mejores amigas y colega Ana María Ferrer Arroyo, quienes hablaron del periodista casero, noble y sincero.
“Desde niño en la casa lo llamábamos ‘Manso’ por su manera pasiva de ser y porque no se metía con nadie. Así se quedó”, indica su padre Guzmán Quintero Pérez, quien estaba acompañado de su esposa Estela Torres.
El padre del periodista recuerda que Guzmán llevaba el nombre suyo porque la partera al verlo dijo “que se parecía a mí. Eso sucedió el 10 de mayo de 1965 en El Carmen, Norte de Santander, desde donde seis meses después nos vinimos para Valledupar. Era el tercero entre sus hermanos Zuly, Yuri, Xiomara y Yadira”.
No para de recordar al hijo que le arrancaron a la fuerza y que tenía un gran futuro como periodista. Ante esto no encontraba explicación y sin pensarlo manifestó. “Por sus acciones, por su manera de ser, por su entrega a la profesión y su don de servicio, mi hijo debió morir de viejo”.
Se quedó pensativo. Esconde sus lágrimas con sus dos manos y deja que su pensamiento lo busque en el infinito. Más calmado recuerda una de las anécdotas que enmarcan a su hijo en toda su dimensión.
“Mi hijo Guzmán fue mi compañero más cercano. Cuando me dediqué al transporte en un viejo camión me acompañaba siempre. Una vez nos varamos y él se puso contento con eso, porque así tenía más tiempo para platicar conmigo. Ese era mi hijo”.
Todo en esa casa del barrio Los Fundadores gira en torno al recuerdo de ‘Manso’, el periodista. En la sala está ubicado un cuadro grande con una foto donde Guzmán Quintero Torres aparece con una leve sonrisa, esa sonrisa que siempre regaló y que ni la muerte ha podido borrar.
Esa familia denota la tristeza por la pérdida de ‘Manso’ y espera se haga justicia. En ese momento el jefe del hogar volvió a ratificar. “Mi hijo debió morir de viejo teniendo la oportunidad de amar a su esposa y criar a sus hijos que han quedado pequeños. También debió morir de viejo porque se le dio una orientación de servicio, de solidaridad, de gente de paz y de progreso”.
Recuerdos que alimentan
El 29 de noviembre de 1987 Alcira Vitola Mercado conoció en una reunión de jóvenes universitarios, realizada en Barranquilla, a Guzmán Quintero Torres. Luego vinieron cinco meses de amistad hasta que se ennoviaron y cuatro años después se casaron. El cuatro de julio de 1992 por lo civil en Valledupar, y cinco días después por la iglesia en Sincelejo.
Esos recuerdos le quedaron pegados en su alma a Alcira y los define de la manera más fácil porque el motor del amor nunca se apagó.
Con Guzmán tuvimos muchas cosas afines. “Éramos estudiantes con los mismos ideales de ser profesionales y el amor cabalgaba siempre por el mejor camino”, anota Alcira, estando en ese periodo donde el sentimiento nunca pide permiso, sino que entra por la puerta grande nacieron Camilo Andrés y Sebastián.
Ella, pasó a describir a ese esposo con el que convivió siete años. “Guzmán era noble, buena gente, desprendido, solidario, excelente en su profesión, buen padre, buen hijo, buen compañero, buen esposo y siempre estaba pendiente de nosotros”.
Otro recuerdo que quedó prendido en la mente de Alcira, fue el pasado 10 de mayo, cuando Guzmán Quintero llegó a sus 34 años. Ella decidió ponerle una serenata con la colaboración de toda la familia, pero su hijo Camilo Andrés develó el secreto. El cumplimentado espero la madrugada, pero no llegó y a la hora del almuerzo reclamó sus canciones y sus regalos, pero la serenata no era a la hora tradicional, sino en la noche.
“Guzmán vivía en pleno movimiento y para retenerlo, le dije a su amiga y compañera de labores en El Pilón, Ana María Ferrer que no lo dejara salir. Ella se inventó algo y entonces asaltamos el periódico con un conjunto vallenato”, cuenta Alcira Vitola.
Ahora, cuando la añoranza sacude su pensamiento como las brisas de diciembre, habla acompañada de lágrimas.
“Ese fue un momento feliz. Lo vi tan contento como cuando se casó o cuando llegaron sus hijos. Él, nunca se imaginó que lo fuéramos a sorprender de esa manera”.
Entonces en aquel instante se tropezó con aquel verso de la canción del maestro Escalona: “Con ese recuerdo vivo yo, con ese recuerdo moriré”.
La noche triste
Aquella noche del atentado a su esposo, a Alcira Vitola le avisaron y partió con la esperanza de encontrarlo vivo. Estando en la entrevista, ella tomó en sus manos la grabadora para que no se escapara ninguna palabra. Entonces con el corazón en la mano y las lágrimas presentes narró esos momentos.
“En el camino iba bastante nerviosa y le pedía a Guzmán que se agarrara de la vida, que no me podía dejar sola con mis dos pequeños hijos, pero cuando llegué lo encontré en la morgue, solo. Qué paradoja. Él, que siempre vivía rodeado de gente”.
Hace una pausa para llamar más recuerdos y prosigue. “Esa es la imagen más triste para mí al enfrentarme a la realidad de su muerte. Quería darle vida, agarraba sus manos y las llevaba a mi corazón, lo abrazaba, lo besaba, le quería trasmitir mi vida. Le quería dar vida porque Guzmán era de esos amores únicos. Un hombre especial en mi vida que dejaba un gran vacío”.
El llanto escondió su voz y al cabo de un instante Alcira continuó. “Hoy quiero confesar que también me quedé huérfana porque me crié sin papá, no tengo hermanos y pensaba que con Guzmán iba a ser un amor para toda la vida, pero alguien se interpuso en nuestra felicidad”.
El dolor se apoderó de todo su ser y se quedó pensativa añorando a ‘Manso’, el periodista, ese que la conquistó con el poder de su nobleza, que la hizo engendrar dos hermosos hijos, que la paseó siete años por un mundo lleno de detalles y de alegrías donde el amor estuvo con la nota más alta.
Desde el día que ella regresó del campo santo se ha dedicado a recolectar todas las fotos de Guzmán Quintero Torres, para meterlas en un álbum. Esas gráficas a medida que pase el tiempo le seguirán recordando que su vida quedó marcada por aquel hombre que se ganó su corazón que hoy destila dolor.
El compadre Guzmán
A la periodista Ana María Ferrer Arroyo, el destino le concedió el deseo de tener a Guzmán Quintero Torres como su gran amigo y ese amigo que se convirtió en su compañero de labores en El Pilón, en su confidente, su consejero, hasta sellar el compromiso de que sería el padrino de su pequeño hijo Roberto Carlos González Ferrer, pero no pudo hacerlo porque alguien decidió ponerle fin a sus días.
Triste y serena Ana María señala: “A Guzmán me lo presentó Iván Alejandro Duarte, y desde ese momento nació una verdadera amistad que perduró siempre. Se hizo más estrecha cuando él ingresó como jefe de redacción de El Pilón. Era mi amigo, mi confidente, mi consejero y la persona que había decidido que fuera el padrino de mi hijo. Había tanta confianza que fue el primero en enterarse de mi embarazo y se volvió loco dándome consejos y a los dos meses y medio de gestación me hizo el primer regalo de mi hijo y con los demás compañeros del periódico me complacía los antojos”.
Paseo en canoa
Ana María en medio de los recuerdos no puede olvidar la anécdota de cuando Guzmán Quintero le hizo una jugada picara, “Tenía siete meses de embarazo y había el problema del río Cesar que se estaba secando. Nos fuimos con una comisión de Corpocesar a realizar varias inspecciones. Al llegar al río, en una parte honda había varias canoas, entonces a Guzmán le cayó el afán de que me montara en una de ellas. Yo le decía que por mi estado era peligroso”.
Mira a la distancia y regresa al relato. “Al fin me convenció con la condición de que se montaba conmigo. Cuando me monté, él no se montó y le dijo al muchacho que me diera una vuelta. Comencé a gritar y él a burlarse y le decía al fotógrafo Neftalí Castellar que me tomara fotos. Después de la vuelta, bajé muerta del susto y él me decía que yo si era valiente”.
El dialogo siguió en medio de esas bellas añoranzas. “Al nacer el niño el pasado 27 de junio, fue el primero en visitarme para conocer al ahijado. Entonces me insistió en que pronto lo llevara al periódico porque brazos eran los que iban a sobrar para cargarlo y atenderlo”.
La nota de su muerte
En medio del dolor y la confusión y por decisión del director del periódico Dickson Quiroz, fue encargada de escribir la nota que nunca hubiera querido redactar y que jamás pasó por su mente hacerlo, pero era un hecho cumplido y con la ayuda de sus colegas Galo Bravo, Sergio López, José Urbano Céspedes y Aquilino Cotes, cumplió el encargo.
“Para redactar mil 500 caracteres empleamos casi dos horas porque la mente se resistía a hilvanar lo que con dolor y lágrimas era una cruda realidad. Se cambió la edición de la cual ya estaban impresos mil ejemplares. Se escribió la trágica noticia, se quitó una foto en la que estaba un carro con una bandera y a la que Guzmán le había hecho un excelente pie de foto, que decía ‘Quiero la paz’”, contó Ana María Ferrer.
Al final respondió la pregunta sobre quien fue Manso, el periodista, y no fue tarea fácil.
“Guzmán fue un buen periodista que siempre brilló con su ejemplo de superación, de ser objetivo en la labor periodística y no apasionarse con nada ni con nadie porque en el trabajo no se puede tomar partido”.
Guzmán inolvidable
Desde tres puntos de vista se analizó al Guzmán Quintero Torres que pocos conocían, pero que tenía un alma bordada con los más bellos sentimientos, un corazón dado a servir y un proyecto de vida donde todos cabían.
En la pantalla del recuerdo y el dolor quedó escrita en letras grandes su famosa frase: “Si por hablar nos asesinan, que el silencio no sea nuestro suicidio”.