Los Limpiavidrios de los semáforos: voluntad férrea, ejemplo a emular.
Por. Eduardo Santos Ortega Vergara
Si alguien nos puede dar ejemplo de persistencia, de una voluntad férrea e insistente son esos personajes que limpian los vidrios de los carros en los semáforos de cada intersección en las calles de Valledupar. Pululan por doquier con una botella de agua con champú en una mano y el rastrillo en la otra, día tras día recibiendo la andanadas de no, que no les amedrenta en lo más mínimo. No, con la cabeza; no, con las manos. Dedo arriba y grito desesperado impidiendo la labor, a pesar de estar iniciada y casi por la mitad, les toca abandonar. No, con las plumillas del carro. Todas las formas de no, hacen mella en la labor; pero nunca en la voluntad de esos guerreros de la insistencia.
Ellos reciben maltratos verbales y algunos físicos se han dado casos de golpes y de amenazas con machetes y pistolas. Una que otra moneda reciben por su gestión que se van acumulando de manera incipiente; en una notable desventajas con los no, que si abundan de manera arrolladora. Más allá de la problemática social, económica y demás que se genera desde esta situación, el análisis que nos ocupa es otro.
Sería interesante, por ejemplo, revisar el material del que están hechos estos personajes. No claudican, no abandonan la difícil tarea de sacar un sí y que le den reconocimiento a su labor de limpia vidrios. Una moneda. Cualquier persona abandona en el primer, segundo y quizás uno que otro aguante hasta el tercer rechazo, de ahí para allá no creo que aguanten mucho. Ellos no. Insisten y su insistencia arranca enojos, sonrisas; madrazos, improperios, miedo en las damas; una que otra moneda; como final quizás la gratificación ante titánica labor, en un alto porcentaje, es sentirse ignorado por el servicio prestado.
Hoy observamos debilidad de carácter personal en la gran mayoría de jóvenes. No aguantan una negativa en ningún campo de su vida. Se sustraen, se llenan de temores y se aíslan cuando no son cumplidos sus caprichos. Vemos la necesidad, en los jóvenes, de tener habitaciones individuales que parecen búnker, con televisores LD y juegos de alta gama y de última generación. Celulares que les falta solamente hablar y los que están en la u. llegar en sendos carros o en motos de alto cilindraje. ¿Será que un joven de estos, aguantaría un día de trabajo en un semáforo, limpiando vidrios y recibiendo gritos de no? Habría que verlo.
Lo otro es llevar estos mismos personajes a compartir esa gran habilidad de asumir esa fortaleza y llevar el mensaje de capacidad para afrontar adversidades y salir adelante por una moneda. Pusimos en consideración esta situación en La Tertulia el programa de radio que dirige el periodista Iván Ochoa, fueron los oyentes quienes manifestaron su apreciación sobre el tema, algunos expresando su inconformidad por lo grosero que se manifiestan estos señores cuando no reciben una moneda por su trabajo; otras personas indicaron que su sola presencia era intimidante, su manera de vestir deja mucho que desear y en su apariencia se nota el consumo de drogas. Para lo que utilizan las monedas que reclaman por el trabajo.
Es respetable la opinión de todos los que analizan esta actividad, en Valledupar no estamos acostumbrado a este tipo de situaciones, y a pesar que la actividad se desarrolla hace más o menos cinco años, pudimos conversar con uno de estos guerreros del no; nos contaba, “Infortunadamente hay gente que nos trata mal y entiendo que también hay de parte de algunos de los que limpian los vidrios que se vulgarizan y esto conlleva a que haya peleas; a mí eso no me pasa, porque yo no peleo con nadie, yo me rebusco para llevarle la comidita a mi familia; ya tengo cinco años de estar en esto. Lo que pasa es que ahora los venezolanos han venido a dañar la vaina. Hay mucha gente y en un semáforo se acumulan hasta diez limpiavidrios, eso daña cualquier plaza” al preguntarle que de diez carros a los cuales le ofrecen el servicio, cuantos le decían que no? Fue categórico al decir “como siete, y de los tres solo dos dan la monedita, pero no podemos dejar de ofrecer la limpiadita, porque si no de qué comemos” triste realidad.
Lo ideal, el deber ser es que no haya personas en estos escenarios afeando la ciudad, llenando a los conductores, especialmente las damas, de temor; por supuesto que la apariencia de estos señores intimida, pero igual de cierto es que nos están enviando un mensaje de fortaleza. La misma fortaleza que se requiere por esos jóvenes que figuran en la lista de flojos e inservibles. La idea es demostrar que con fuerza, con perseverancia y con mucha disposición se puede lograr un cambio sustancial en la juventud que merece un trato diferente para que podamos ver su riqueza fruto de su mocedad. Adelante pues con el ejemplo de fuerza que muestran los insistentes limpiavidrios humanos. Sólo Eso.