’Dar el primer paso» es, sobre todo, salir al encuentro de los demás’, dijo el pastor de la cristiandad en su último acto de la visita a Colombia, una misa en el puerto de Contecar, en la Ciudad Heroica, ante una multitud calculada en 700 mil personas que saludaron al Pontífice en medio de una explosión de música.
El Papa Francisco se despidió este domingo de Colombia con una misa en Cartagena, en la que advirtió que si el país quiere una paz estable y duradera tiene que dar el primer paso en la misma dirección, que es un paso seguro y decidido hacia sus hermanos.
En su último acto de la visita a Colombia, el Papa celebró una misa en el puerto de Contecar, en la Ciudad Heroica, donde pronunció la homilía titulada ‘Dignidad de la Persona y derechos humanos”, ante alrededor de 700 mil personas.
Aludió al lema de esta visita. «¡Demos el primer paso!», y que este primer paso sea en un dirección común. «Dar el primer paso» es, sobre todo, salir al encuentro de los demás con Cristo, el Señor. Y Él nos pide siempre dar un paso decidido y seguro hacia los hermanos, renunciando a la pretensión de ser perdonados sin perdonar, de ser amados sin amar’, expresó.
Subrayó que ‘si Colombia quiere una paz estable y duradera, tiene que dar urgentemente un paso en esta dirección, que es aquella del bien común, de la equidad, de la justicia, del respeto de la naturaleza humana y de sus exigencias’.
En un recuento de su visita, dijo que en estos días escuchó ‘muchos testimonios de quienes han salido al encuentro de personas que les habían dañado’.
‘Heridas terribles que pude contemplar en sus propios cuerpos; pérdidas irreparables que todavía se siguen llorando, sin embargo han salido, han dado el primer paso en un camino distinto a los ya recorridos. Porque Colombia hace décadas que a tientas busca la paz y, como enseña Jesús, no ha sido suficiente que dos partes se acercaran, dialogaran; ha sido necesario que se incorporaran muchos más actores a este diálogo reparador de los pecados’.
El líder de la Iglesia católica confesó que se aprendió que los esfuerzos de pacificación ‘no pueden obviar los procesos de la gente. No se alcanza con el diseño de marcos normativos y arreglos institucionales entre grupos políticos o económicos de buena voluntad’.
‘Nosotros podemos hacer un gran aporte a este paso nuevo que quiere dar Colombia. Jesús nos señala que este camino de reinserción en la comunidad comienza con un diálogo de a dos. Nada podrá reemplazar ese encuentro reparador; ningún proceso colectivo nos exime del desafío de encontrarnos, de clarificar, perdonar’, explicó.
Reiteró que ‘las heridas hondas de la historia precisan necesariamente de instancias donde se haga justicia, se dé posibilidad a las víctimas de conocer la verdad, el daño sea convenientemente reparado y haya acciones claras para evitar que se repitan esos crímenes’.
Pero pidió ir más allá. ‘A nosotros se nos exige generar «desde abajo» un cambio cultural: a la cultura de la muerte, de la violencia, respondemos con la cultura de la vida, del encuentro’.
Cito de nuevo a Gabriel García Márquez y recordó que eso ‘nos lo decía ya ese escritor tan de ustedes, tan de todos: «Este desastre cultural no se remedia ni con plomo ni con plata, sino con una educación para la paz, construida con amor sobre los escombros de un país enardecido donde nos levantamos temprano para seguirnos matándonos los unos a los otros’.
Puso como ejemplo a Pedro Claver, que ‘supo restaurar la dignidad y la esperanza de centenares de millares de negros y de esclavos que llegaban en condiciones absolutamente inhumanas, llenos de pavor, con todas sus esperanzas perdidas’, y a santa María Bernarda Butler, ‘que dedicó su vida al servicio de pobres y marginados en esta misma ciudad de Cartagena’.
También habló de la posibilidad de que el otro se cierre, se niegue a cambiar y persista en su mal., en conductas que hieren la convivencia y la comunidad.
‘Pienso en el drama lacerante de la droga, con la que algunos lucran despreciando las leyes morales y civiles, en la devastación de los recursos naturales y en la contaminación; en la tragedia de la explotación laboral; pienso en el blanqueo ilícito de dinero así como en la especulación financiera, que a menudo asume rasgos perjudiciales y demoledores para enteros sistemas económicos y sociales, exponiendo a la pobreza a millones de hombres y mujeres; pienso en la prostitución que cada día cosecha víctimas inocentes, sobre todo entre los más jóvenes, robándoles el futuro; pienso en la abominable trata de seres humanos, en los delitos y abusos contra los menores, en la esclavitud que todavía difunde su horror en muchas partes del mundo, en la tragedia frecuentemente desatendida de los emigrantes’, sostuvo por último el Papa Francisco.