Su compañero fue secuestrado dos veces y asesinado por grupos al margen de la Ley; perdió todos sus bienes. Hoy perdona a quienes le hicieron daño.
Por Yanitza Fontalvo Díaz
Yamile Sarmiento es una mujer de campo, acostumbrada a la vida tranquila que se vive en su natal Guaymaral, corregimiento de Valledupar, ahí conoció a Alvaro Mojica, a quién todos lo llamaban como Álvaro Roque, era un hombre robusto, trabajador que no demoró en enamorarse de la joven que anhelaba un hogar y en él lo encontró.
Se fueron a vivir a Codazzi, Cesar, compartieron 18 años en vida marital, él era servicial, reconocido en el pueblo como una persona muy dadivosa al que le llevaban las fórmulas médicas para que se las comprara, participaba en actos sociales, patrocinaba festivales e incursionó en la política y llegó a ser concejal.
Con Yamile Sarmiento, Alvaro Roque tuvo tres hijos, pero con varias relaciones anteriores tuvo 14 descendientes.
En una canción, el artista Miguel Morales que hacía fórmula con Omar Geles, lo nombró como ‘El Hombre Noble de Codazzi’, en ese entonces departía con personajes de la farándula y de la política vallenata, Diomedes Díaz, Ivan Villazón, Dagoberto ‘El Negrito’ Osorio y Pello Osorio entre otros degustaban frecuentemente los platillos que lse hacía Yamile, su mujer.
Pero esta felicidad fue efímera, sólo duró hasta que fue presa de los grupos armados, en 1995 el EPL lo secuestró en la Guajira y luego en 1997 el ELN también lo plagió en Fundación Magdalena, para pagar estas retenciones, a la familia Mojica Sarmiento les tocó vender varios bienes conformadas por viviendas que poseían en Valledupar y Codazzi.
Cinco meses antes de su muerte, la guerrilla del Frente 41 de las Farc se le llevó 120 cabezas de ganado de donde sacaba 20 tinas de leche. En ese entonces sólo le quedaba la finca, pero tras el asesinato de su esposo, Yamile Sarmiento y su familia tuvieron que salir desplazados. La situación empeoró cuando incursionaron al lugar alrededor de 15 hombres vestidos con prendas militares y encapuchados y se llevaron a su trabajador de confianza, nunca apareció.“Nos tocó salir huyendo, podiamos dormir dos veces en el mismo lugar, por temor al peligro que corrianmos”, manfiestó.
Entonces vendieron la finca a crédito, “nos pagaron a plazos, ese dinero no lo vimos, se esfumó, todo se acabó”, dijo tristemente la mujer.
Desplazada desde hace 16 años, ha tenido que trabajar en varios oficios para sobrevivir, pero estos años de reflexión le han llevado a perdonar a quienes terminaron con la vida de su compañero.
Sólo espera que como víctima sea reparado su sufrimiento, “le pido al Gobierno Nacional que nos tengan en cuenta porque verdaderamente somos víctimas y lo hemos perdido todo en manos de los grupos armados”.